La lucha de Mónica Cid: Transformar el Dolor en Esperanza

Mónica Cid es la madre de Micaela Ortega. Mica fue víctima de grooming y femicidio en 2016. Su caso, paradigmático, sentó un precedente judicial relevante al ser Johnatan Luna el primer condenado por el delito de grooming seguido de muerte en Argentina. La lucha de Mónica, junto a la asociación civil “Mamá en línea” y otras organizaciones, lograron en el 2020 la promulgación de la Ley Nacional 27.590 que establece un programa para concientizar sobre el grooming o ciberacoso, conocida como “Ley Mica Ortega”. 


Revista Atípica entrevistó a Mónica Cid, quien compartió su historia y la de Micaela, los procesos de lucha por la justicia y su activismo en entornos digitales para la prevención del acoso sexual niñas, niños y adolescentes en redes sociales y juegos en línea. 

Mónica Cid (MC): Era 23 de abril de 2016, un sábado. Me fui a trabajar como todos los días y recibí una llamada de mi mamá a las 11 de la mañana, diciéndome que Mica no estaba en casa. El día anterior habíamos tenido algunas diferencias con ella. Aunque tenía 12 años, era muy difícil de manejar. De hecho, esa misma semana le pedimos ayuda al equipo del colegio porque no sabíamos qué le pasaba, por qué estaba tan rebelde, por qué se había vuelto tan conflictiva con nosotros.

Yo había sido abuela, mi nuera estaba siendo operada, y mi nieta Emma, de apenas unos días, estaba con nosotros. En medio de esas tensiones con Mica, que se encerraba todo el tiempo, le saqué el celular y lo guardé en mi bolsillo para poder seguir atendiendo a mi nieta recién nacida. Mica era tan infantil, tan niña de 12 años, que la última foto que tengo de ella es metida dentro del changuito de su sobrina. Todos nos reímos, ella se fue a dormir y nunca me di cuenta de que podía seguir comunicándose a través de una notebook que tenía en su habitación. No comprendí la magnitud de lo que estaba pasando.

A partir de ese sábado, la buscamos por todos lados. No sabíamos qué hacer, y la respuesta de dónde estaba Mica, se encontraba en la computadora. Así fue que se la acercamos a Rodolfo De Lucía, el fiscal a cargo de la causa. En ese momento, no había nada en Bahía Blanca, ni peritos. La computadora y el celular fueron enviados a diferentes lugares para ser peritados: la computadora a La Plata y el celular a Mercedes.

Fue entonces cuando empezaron a hablar de grooming, una palabra que yo nunca había escuchado en mi vida. El fiscal también comenzó a investigar este delito, ya que era un mundo completamente desconocido para nosotros. No sabíamos cómo llegar a pedir ayuda a las grandes empresas como Facebook. No sabíamos si enviar las solicitudes a Facebook de Irlanda o a Facebook de Estados Unidos, así que, ante la duda, las enviamos a ambos lugares. No había traductores, así que fue una lucha terrible. Pasaron 32 días hasta que llegó la respuesta de la ONG Missing Children, que nos permitió acceder a la última conversación de Mica. En esa conversación, Mica chateaba con una persona, una niña también de 12 años, que usaba el nombre de Rochi de River.

Con la apertura de esa conversación, supimos qué le estaba pasando a Mica. Rochi de River era una niña con una vida completamente distinta a la de mi hija. Mica le contaba sus problemas familiares, le decía que tenía dificultades con su mamá y su papá. Rochi de River tenía una vida que parecía ideal para una niña de 12 años: era libre para ir a bailar, tomaba drogas, alcohol, y sus padres no estaban presentes. Mica, al verse tan diferente, se sintió atrapada. No sabía cómo escapar de la situación que vivía. Siempre éramos nosotros quienes la llevábamos y la buscábamos: la llevábamos al colegio, la recogíamos, la llevábamos a patinar, etc. Eso hizo que ella se sintiera presionada, ahogada por la presencia constante de sus padres. En su mente, nos convertimos en sus peores enemigos y se refugió en el mundo virtual con Rochi de River.

Fue Rochi quien la invitó a encontrarse en el único lugar que Mica conocía: la escuela. Le decía que la iba a buscar su primo, quien era mayor, que no se preocupara, que la iba a llevar a su casa, donde estaría con ella. Su plan era darme una lección a mí, para que yo la dejara salir a hacer todo lo que Rochi hacía. Y así ocurrió.

Lamentablemente, 35 días después encontramos a Mica en un campo a 13 km de Bahía Blanca, ahorcada con su propia remera, atada de pies y manos. Le habían golpeado la cabeza de forma salvaje y la dejaron tirada allí. Le robaron sus pertenencias. A través de una conversación, pudieron rastrear a la persona que había vendido los artículos de Mica por Internet. Así fue como dieron con Jonathan Omar Luna, quien estaba prófugo de la justicia en Río Negro. Rochi de River resultó ser un hombre de 26 años con antecedentes penales por robo calificado. Antes de obtener un beneficio, había sido señalado en una ronda de reconocimiento en Choele-Choel por dos mujeres que lo identificaron por un intento de abuso.

A partir de ahí, entra también el personaje del juez de ejecución penal Juan Pablo Chirinos, quien, sin esperar una respuesta, le concedió a Luna el beneficio de una salida transitoria. Era evidente que no regresaría y efectivamente se fugó. Se instaló en Bahía Blanca y captó a más de 1.600 niñas con perfiles falsos, con el objetivo de abusar de ellas. Pero como Mica no se dejó, porque tenía un carácter fuerte, él intentó imponer su machismo sobre ella y la mató. Fue algo que él mismo expresó en las pericias psicológicas y psiquiátricas: “Si la pibita no se hubiera puesto tan mala, estaría viva”.

Eso fue devastador para nosotros. Nos marcó para toda la vida. A mí me mató en vida. Pero aquí estamos, hablando sobre esto para que lo que nos ocurrió el 23 de abril de 2016, no le suceda a otras familias.

MC: Yo tenía dos caminos. Uno era dejar de existir, porque el dolor es tan impresionante que no se puede ni explicar. La pregunta siempre era la misma: ¿por qué a mí? ¿Por qué a Mica? ¿Por qué? Pero después me lo empecé a preguntar de otra forma: ¿por qué a nosotras? La otra opción era hacer que Mica valiera la pena. Y me decidí por esa opción, por luchar para que Mica no quedara en el olvido, para que su muerte fuera un ejemplo de un Estado ausente. Porque, más allá de que el delito de grooming ya estaba sancionado, no existía una política de prevención.

Me enfoqué en la lucha, en la esperanza, como hicieron muchas madres. Me puse al frente con una mochila que no te puedo explicar, porque no fue nada fácil. Parece que nuestros niños, niñas y adolescentes no ocupan el lugar que les corresponde, y la prevención no genera votos ni dinero. Siempre me pregunté: ¿cuánto valen nuestros niños para el Estado? Así que me frustré, pero me levanté y seguí adelante. Fue una lucha difícil, pero lo logramos.

MC: Sí, al principio me empecé a castigar, me di muy duro, porque el desconocimiento que tenía, la ignorancia con la que me manejé, no me lo podía perdonar. Estaba protegiendo a mi hija de lo que para mí eran peligros reales: “Cuidado, Mica, al cruzar la calle, no hables con desconocidos, nadie va a ir a buscarte a la escuela que no sean mamá o papá”. Y para protegerla, le instalé Internet y le abrí la puerta a miles de personas desconocidas, por total desconocimiento.

Nunca tomé magnitud de lo que estaba sucediendo. Pero, más allá de mi ignorancia, también hubo un Estado ausente, como te decía. Y fue ahí cuando conocí a otras mamás, que fueron las que lograron que este delito tuviera una pena. Pena que, por cierto, es bajísima, porque es un delito que es la antesala de otros aún más graves. Es terrible lo que le puede pasar a una persona captada, un niño o niña, porque eso puede derivar en abuso, en trata de personas, en la muerte. A pesar de eso, lo lograron. Era un grupo de mamás que habían pasado por lo mismo que yo, con la diferencia de que sus hijos estaban vivos.

Ellas llegaron a Bahía Blanca, se presentaron pidiéndome perdón, y yo no entendía nada. Desde ese momento, tomaron a Mica como su hija, y de ahí empezó una lucha tremenda, que terminó con mi encadenamiento en el Congreso de la Nación. Este grupo es “Mamá en línea”, una ONG que trabaja en Buenos Aires. 

A partir de ahí, me empecé a conectar con otras ONG, con otras mamás, con docentes, y hasta comencé a tener contacto con diputados y senadores que empezaron a darme una mano. Así fue como se logró lo de la ley, que lo que busca es la prevención. Pero creo que las mamás, sin desmerecer a los papás, que siempre nos empujaron desde atrás, hemos sido las que más hemos puesto el cuerpo y la mente. 

MC: Estoy totalmente segura de que si llegamos antes de que pasen las cosas, no vamos a tener que lamentarlo después. La prevención es fundamental. Tenemos que hablar de los riesgos que enfrentan nuestros hijos hoy en día. Nosotros, los de mi generación, no nacimos en una era tecnológica, y ¿quién mejor que el Estado para proveer esa prevención a los niños, niñas y adolescentes, incluso a los padres? Estoy convencida de eso, y seguiré luchando por la prevención. Si el Estado pudiera calcular el valor de la vida de nuestros niños, niñas y adolescentes, se darían cuenta de que les saldría mucho más barato prevenir que lamentar la pérdida de un hijo.

MC: Sí, cuando pasó lo de Mica me costó muchísimo que el gobierno municipal me ayudara. Tuve que empujar mucho para que se movieran, para que no dejaran de prestar atención a la desaparición de mi hija, de que pasaban los días y Mica seguía en grave peligro. Hoy, con este gobierno, hay un compromiso por trabajar en la prevención, para llegar a los chicos a través del Ministerio de Educación. Creo que la prevención debe salir desde la familia y la educación, y las instituciones tienen un papel fundamental en esto.

La prevención también tiene que llegar a los empleados municipales. En el Concejo Deliberante se formó el Observatorio de Redes, y en su momento estuvo Romina Pires, una de las personas a las que pedí ayuda cuando no sabía lo que le estaba pasando a Mica. Romina se comprometió y se puso la lucha al hombro. Fue ella quien armó el Observatorio. Hoy también está trabajando en la municipalidad. Ella, que lo vivió en carne propia, que también se sintió frustrada por no haber podido hacer más, es quien lleva adelante la prevención en Bahía Blanca. Así que, hoy, el Estado está más presente en nuestra ciudad. No así en el resto del país, porque, como hablábamos, lo que queda en los papeles es difícil de implementar cuando el gobierno nacional tiene otros intereses.

Yo nunca he tenido problemas en hablar con ningún partido político porque, para mí, Mica trasciende lo político. Hoy, quien debería estar encargándose de implementar la Ley Nacional “Mica Ortega” es el Ministerio de Capital Humano, pero está todo parado ahí. Entonces, cada uno, desde su lugar, sigue luchando. A través de mis contactos, de las charlas que doy, de mi presencia en algunos lugares, seguimos llevando adelante la prevención. Es un proceso lento y, a veces, frustrante, pero sé que eventualmente algo bueno va a suceder. Ojalá no tengamos que esperar que pase otra tragedia como la de Mica para que el Estado se de cuenta de lo que está dejando de hacer.

MC: Primero, que escuchen. Es fundamental escuchar a las víctimas. Para un padre o una madre, pedir justicia es ya un proceso muy doloroso. La justicia fría, muchas veces, no se puede entender, porque no se tiene en cuenta el sufrimiento real de una persona. Cuando fui a pedir que quede firme la condena para Jonathan Omar Luna, me presenté con la foto de mi hija en la mano, rogando por una condena firme. Fue de 25 años, pero aún así, habían pasado seis años desde entonces y la condena no había quedado firme. Esto no puede pasar. El Estado, la justicia, deben ser más prácticos. Sé que no cambiaba nada para nosotros, pero que la pena quede firme era un paso hacia la reparación, aunque sea mínima.

En definitiva, quiero pedirles que no dejen que el sistema siga fallando. Que no permitan que otros padres tengan que vivir lo que nosotros vivimos. Gracias por darme la oportunidad de contar nuestra historia y por ayudar a difundir estos mensajes.