Entrevista a Carlos Bianco

At/pica, R. (2021). Entrevista a Carlos Bianco. Casa de Gobierno PBA.


Cuando imaginamos la revista pensamos en la necesidad de promover debates en torno a las conflictividades sociales y en cómo hacer dialogar los espacios de producción de conocimiento, de investigación y los desafíos de la gestión pública. Entonces, en primer lugar, lo que nos interesaba preguntarte era cómo han sido, desde tu experiencia, estas oscilaciones entre la trayectoria académica y la proyección política.

* Entrevista realizada el día 5 de julio de 2021, durante su gestión como Jefe de Gabinete de Ministros de la PBA

Soy Licenciado en Comercio Internacional y, más allá de mi carrera, me dediqué siempre a los temas de economía; sobre todo a economía internacional. Fundamentalmente, tanto mi formación como mi experiencia anterior de gestión pública, que fue en Cancillería, primero como Subsecretario de Desarrollo de Inversiones y Promoción Comercial y después como Secretario de Relaciones Económicas Internacionales, tienen más que ver con esa pata de las competencias primarias de la Jefatura de Gabinete de Ministros , más allá de las actividades de gestión académica que tuve en la Universidad Nacional de Quilmes. No lo quiero poner en términos personales, porque toda esa Subsecretaría de Relaciones Institucionales e Internacionales está integrada por gente que se formó conmigo y que participó de nuestra experiencia de gestión en la Cancillería.

La verdad es que en este contexto nos fue muy práctico y nos vino muy bien tanto nuestra formación teórica como la experiencia práctica en un tema tremendamente sensible como es hoy la posibilidad de conseguir vacunas en el mundo. Lo digo porque es de público conocimiento: la negociación por la vacuna Sputnik V empieza en la provincia de Buenos Aires. No me acuerdo exactamente la fecha, pero a mediados de agosto fue cuando Putin anunció que Rusia era el primer país que había desarrollado y aprobado una vacuna para prevenir el coronavirus. Me acuerdo que el mismo día me llamó el gobernador y me dijo: «che, tenemos que conseguir esta vacuna y todas las vacunas que salgan», sin distinción geopolítica ni de orientación política del Gobierno. Da más o menos igual si es un gobierno neoliberal, industrialista, más estatista o lo que sea si el objetivo es conseguir una vacuna para salvarle la vida, en nuestro caso, a los y las bonaerenses.

Después también encabezamos las negociaciones para conseguir otras vacunas, obviamente junto con Salud, porque es un tema sanitario. También estuvimos participando y llevando adelante la negociación por la vacuna india, la Covaxin, y la vacuna CanSino de China, cuyo nombre comercial es Convidecia. Más allá de eso, nos pusimos en contacto con todos los laboratorios del mundo que hayan desarrollado y tengan aprobada una vacuna para el coronavirus. Los contactamos desde acá con distinta suerte, con distintos resultados. Muchos de los laboratorios directamente te decían: «no negociamos con Estados subnacionales, con provincias, porque hemos tenido experiencias que no resultaron, entonces preferimos negociar directamente con los Estados nacionales». Estos laboratorios con los que cerramos acuerdos de suministro estaban dispuestos a negociar con Estados provinciales, y así fue que avanzamos en dos contratos. 

Esos contactos y ese conocimiento general sobre cómo llevar adelante una negociación internacional nos sirvieron para hacer los seguimientos, para chequear, porque también aparecieron cientos de intermediarios que supuestamente tenían un montón de vacunas para entregarte al otro día, en donde vos quieras y donde vos pidas. Lo que nosotros hacíamos, por la experiencia en Cancillería, era chequear todo con nuestra Embajada –en ese país del que supuestamente eran originarias las vacunas o los intermediarios para ver si eran serios, reconocidos, etc.– y con la Embajada de ese país acá.

En general, lo que nos pasó es que tanto las embajadas nuestras en el exterior, como las embajadas de esos países acá, decían que no continuemos con esas negociaciones que no estaban avaladas ni por laboratorios ni por los Estados nacionales. Querían avanzar en cualquier firma, de cualquier convenio, sobre la base de un desconocimiento absoluto, porque no conocían ni siquiera las operatorias mínimas de validación de la compra de una vacuna; te daba la sensación de que eran todos, llamémoslo, «mercachifles, buhoneros y trujamanes». De hecho, cuando empezaron a llegar masivamente las vacunas, desaparecieron todos. No sé si era una estafa, si era por ignorancia y tenían un contacto, no lo sé, ni tampoco quiero saberlo. 

Ahí hay una cuestión que tiene que ver con mi formación previa y con nuestra experiencia en esta área en particular, que están directamente vinculadas. Después hay un montón de otras competencias primarias que tiene esta Jefatura y una competencia más transversal, que es ser un “ministerio de coordinación”. 

En términos políticos, es un Gobierno, un gabinete, que está absolutamente conducido por nuestro gobernador y por una línea muy clara dentro de nuestra fuerza política que es el kirchnerismo. Nuestro gabinete es muy homogéneo. Obviamente que puede haber matices, diferencias en algunos temas puntualmente, pero es un gabinete 100% kirchnerista. Entonces, cuando uno comparte una cosmovisión peronista en general, pero kirchnerista en particular, es muy fácil coordinar actividades, políticas; tenemos una conducción muy clara del Gobernador, que es quien baja la línea, pero además todos comulgamos políticamente con esa cosmovisión.

Mi formación académica, mi experiencia como investigador en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y en algunos otros lugares, realmente no tiene mucho que ver con las competencias generales, pero sí con algunas competencias particulares. Me parece que es la experiencia política y de gestión y, obviamente, es la colaboración de mis compañeros y compañeras y la conducción del Gobernador la que permite que tengamos una gestión muy razonable para épocas de pandemia.

Esa experiencia en gestión, en ocasiones entra en vinculaciones con la conformación de centros de estudios o espacios que buscan desde otros ámbitos aportar a la construcción política, sea dentro o fuera de una gestión. Quizás se exprese con claridad en el ámbito universitario y, en particular en lo que tiene que ver con política criminal −que suele plantearse en términos de justicia y seguridad−, encontramos algunos de estos espacios desde los que existen aportes significativos para la proyección de políticas públicas. En ese sentido, pensábamos en la experiencia que desarrollaron a partir de la conformación del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (CENDA). Nos interesaba preguntarte por aquella experiencia puesta en perspectiva, a la luz de tus años de gestión pública. En definitiva, cómo es posible reponer esa experiencia a partir de tu trayectoria política, pero también los desfasajes o cosas que quizás en ese momento proyectaban y luego los desafíos de gestión las hacen ver de otra manera.

Yo creo que la construcción de todos esos espacios, los centros de estudios o «usinas de pensamiento», tienen por lo menos dos objetivos y resultados muy claros en términos de acción política. El primero tiene que ver con la introducción de determinados debates sobre distintos aspectos. El caso de la revista Atípica es sobre cuestiones vinculadas fundamentalmente a la política criminal. En nuestro caso, el CENDA era un centro de estudios extrauniversitario dedicados a temas vinculados al desarrollo económico de nuestro país. La grandísima mayoría de los integrantes de ese centro de estudios eran economistas de la UBA, yo era una rara avis ahí, porque ni siquiera era Licenciado en Economía. Sí me dedicaba a escribir sobre economía e investigar y a ser asistente de investigación en la UNQ en temas de economía internacional, economía industrial, etc. Pero bueno, por distintas razones históricas y políticas terminé abrevando en ese espacio.

En ese momento, lo que hacíamos era establecer debates en torno al tema general del desarrollo nacional de la República Argentina, con una visión compartida entre todos, que se fue consolidando a medida que fuimos interactuando, participando y escribiendo en conjunto. Los objetivos particulares eran caracterizar la dinámica económica productiva y laboral de nuestro país en ese momento, a partir de los años 2003, 2004. Yo no soy de los miembros fundadores, me sumé un poquito después. 

Había que hacer algo necesariamente: caracterizar un poco lo que estaba pasando en Argentina. Estábamos en medio de la que probablemente fue la principal crisis económica que había tenido el país en décadas, por lo menos desde la hiperinflación, y que había sido inclusive más potente en términos de consecuencias sociales de la crisis económica; con mayores niveles de desempleo, mayores niveles de pobreza, con una desarticulación muy fuerte del sistema productivo en general, de las relaciones sociales en particular. En primer lugar, caracterizar un poco lo que estaba pasando, tratar de entender en materia económica y en materia productiva. 

Por otro lado, establecer determinados debates que nosotros creíamos que en ese momento eran la salida necesaria a una crisis tan terminal −o casi terminal−, como había tenido la Argentina. De nuevo, comulgando todos respecto de una cosmovisión que podemos definir como claramente peronista, a pesar de que en ese momento todo eso estaba en discusión. Pero desde nuestro punto de vista, la salida para el desarrollo nacional argentino era volver a las viejas banderas del peronismo en materia productiva y económica; claramente eso era industrializar el país. En momentos en que en todo el mundo se hablaba y se justificaba la desindustrialización de los países periféricos como Argentina, que los países periféricos se podían desarrollar pura y exclusivamente sobre la base de la producción primaria y complementarla con alguna cuestión vinculada con los servicios, nuestro discurso era tremendamente industrialista, al estilo del primer peronismo.

Nuestros argumentos y nuestros estudios iban todos en ese sentido, inclusive con la necesidad no solo de industrializar a secas, sino de industrializar sobre una base sostenible en el tiempo y de mejoras en las condiciones de trabajo de la población. No una industrialización a la asiática o a la mexicana. Más a la mexicana que a la asiática, porque la asiática venía de unos niveles de precariedad y de salarios tan bajos y de condiciones de vida tan paupérrimas, que fue una industrialización en general sobre la base de salarios bajos y sobre explotación del trabajo. La (des)industrialización mexicana de los 80’s y a partir de los 90’s se basó en una degradación de las condiciones de vida a las que se había llegado con el anterior proceso de industrialización; lo que comúnmente se llama como industrialización sustitutiva de importaciones. Hubo una degradación muy fuerte de las condiciones de trabajo y salariales de los mexicanos durante los 80’s y sobre esa base se proyectaba un nuevo sendero de industrialización, que es una propuesta que inclusive el macrismo ha planteado, o la ha dado a entender: «si queremos volver a tener unos sectores productivos competitivos, lo primero que tenemos que hacer es bajar cargas sociales y bajar salarios para poder competir con Bangladesh». 

Y la nuestra, es la incorporación de tecnologías, la mejora de la eficiencia, la mejora en la competitividad. Son banderas que nos afanó la derecha. Nosotros lo planteábamos desde un punto de vista peronista, industrialista. Tenemos que avanzar en un proceso de industrialización, pero no sobre la base de salarios de miseria, no de que se vean perjudicadas las condiciones de vida de los trabajadores, sino sobre la base que tenemos −que ya era bastante mala porque se había perdido mucho durante los años 90’s, pero había una base mínima de bienestar a pesar de la crisis. Eso tiene que ser el límite inferior. Tenemos que industrializarnos, pero yendo por arriba, no industrializarnos por abajo. Esa es nuestra cosmovisión general y para eso hacíamos estudios macroeconómicos y estudios de análisis de indicadores laborales. El objetivo era hacer recomendaciones de política y debates económicos en torno al desarrollo de Argentina.

Al mismo tiempo, sin uno ponerlo tan sobre la mesa −y obviamente cuando uno hace esto y se decide a disputar políticamente un territorio, aunque más no sea desde un punto de vista más profesional o académico, que era lo que nosotros hacíamos en ese momento−, en ese mismo proceso vas formando cuadros de gestión aunque no estés gestionando. Como mínimo vamos a tener la misma cosmovisión y el mismo objetivo en nuestra acción política y que, en última instancia, fue lo que terminó sucediendo en la práctica. Una vez que, por las razones que hayan sido, nosotros decidimos ingresar de lleno a la política, inclusive a la gestión, eso terminó cuajando en que éramos un grupo muy homogéneo, con las mismas ideas, independientemente de los lugares donde estuvimos. Fundamentalmente, el equipo se concentró en el Ministerio de Economía, pero también una pata fuerte en Cancillería. Algunos compañeros en algunas otras áreas del Estado, pero el grueso en la gestión económica con Axel en el Ministerio de Economía y Augusto Costa, Cecilia Nahón y yo estábamos en un principio en el área económica de la Cancillería. 

Creo que fue un poco eso, la construcción de ese centro de estudios sirvió para dar determinados debates, de hecho nosotros en el 2010 sacamos un libro caracterizando todo el período 2003-2010 de modo crítico en algunas cuestiones. Sobre todo la gestión de Lavagna, en su momento, donde existía una idea, si se quiere, un poco más conservadora de no avanzar tan rápido en el proceso de crecimiento y de mejora de las condiciones de la vida de la población, sino levantar un poco el pie del acelerador en ese proceso para preservar eventualmente −por lo menos en el discurso− los equilibrios macroeconómicos de la Argentina. Y la posición nuestra era: venimos de una economía destrozada, de niveles de pobreza inaceptables, niveles de indigencia inaceptables, no se puede levantar ningún pie del acelerador en este contexto. Hay que ir a fondo. Entiendo, en última instancia, que esa fue la discusión que en su momento tuvo Néstor Kirchner con Lavagna. Entiendo que fue así, yo no participé, no formaba parte de esa fuerza política en ese momento porque no hacíamos política partidaria, pero entiendo que esa fue la discusión de fondo. Después pueden haber existido discusiones particulares, pero de fondo estaba un poco esto, la necesidad de acelerar y profundizar el modelo.

Hubo una confluencia entre ese desarrollo, esa perspectiva y lo que estaba pasando…

Sí, un poco porque eso se fue nutriendo. Entre lo que nosotros decíamos por formación, por discusiones internas, porque era nuestro proyecto o cómo pensábamos nosotros el desarrollo argentino y lo que efectivamente sucedía. Hubo una comunión entre esas dos cosas, por eso nosotros terminamos participando de esta fuerza política, del kirchnerismo. Porque en el 2003 nadie era kirchnerista salvo los kirchneristas de Santa Cruz. Eran muy pocos los que conocían el kirchnerismo en Capital o en la provincia de Buenos Aires.

Entre 2017 y 2018, en el ámbito de las universidades públicas, fueron generales las convocatorias de docentes e investigadores en defensa de la educación pública, y pensábamos un poco en los proyectos de soberanía en materia de ciencia y técnica y todo lo que aconteció a nivel de organización en ese contexto. Desde tu experiencia de gestión pero también como docente universitario, ¿cuáles crees que son los desafíos que la universidad pública y la investigación científica tienen hoy en pos de la promoción de políticas de inclusión social y de democratización en la producción de conocimiento? 

Mirá, yo trabajé mucho en temas de economía internacional y trabajé en la Universidad Nacional de Quilmes, particularmente. También di clases en la Maestría de la UBA sobre ciencia, tecnología y desarrollo, que es la matriz general que nosotros analizamos en términos de desarrollo productivo. Volviendo a la discusión de antes, vos te podés industrializar de dos formas y ser competitivo de dos formas: bajando salarios y cargas sociales para que a los empresarios les cueste menos contratar trabajadores y con tecnologías con mano de obra intensivas. Esa es, probablemente, la forma de desarrollo de todo proyecto cuando intenta industrializarse desde cero. Pero una forma más virtuosa es incorporando tecnología, incorporando conocimiento científico a la producción, que es industrializarse por arriba. 

Trabajé mucho esas discusiones. No solo las trabajé, sino que participé en varios grupos de discusión y de trabajo en materia de ciencia, tecnología, desarrollo y de cómo la universidad pública y el sistema científico y tecnológico pueden contribuir al desarrollo nacional. Ahí hay autores muy interesantes de América Latina, además hay una famosa escuela −aunque ha quedado invisibilizada con el tiempo−, la “Escuela Latinoamericana de Pensamiento en Ciencia, Tecnología y Desarrollo”; autores de finales de los 60’s y principios de los 70’s, como Sábatoo Varsavsky, quienes tenían esta impronta de cómo hacemos para poder desarrollarnos siendo un país periférico en un marco de competencia capitalista, pero sin tener que ir hacia atrás en términos de las mejoras laborales que ha tenido la población desde el comienzo del peronismo; es decir, cómo desarrollarse a través de mejoras salariales y de productividad. 

Participé de varios grupos de discusión y de trabajo sobre esos asuntos. Escribí muchísimo sobre esos temas y, como te decía antes, también tuve algunas experiencias de gestión en la UNQ de dirigir carreras, ser vicedecano por un periodo corto en el Departamento de Economía y Administración. Después de la primera experiencia de gestión nuestra −cuando vino el macrismo−, volví a la Universidad y estuve como Consejero Superior, pero participando del espacio político que conduce nuestra Universidad y siempre fue una impronta muy clara: una Universidad muy vinculada a las necesidades del desarrollo nacional en general y de la transferencia de conocimiento a la producción en particular. De hecho, el Departamento de Economía y Administración ha sido una usina de pensamiento muy importante en ese sentido, de profesores como Gustavo Lugones y Fernando Porta, que son referencias en la materia, en discusiones sobre cómo el conocimiento científico-tecnológico ayuda y mejora las perspectivas de industrialización de países subdesarrollados o de países periféricos. 

Esa fue la impronta que siempre le pusimos y que siempre le puse a mis actividades de gestión, a mis responsabilidades de gestión en la Universidad y ahora acá, porque nosotros no perdimos esa impronta. De hecho con Augusto Costa, Ministro de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica, todo el tiempo estamos pensando en esta clave con algunos proyectos que todavía no hemos llevado adelante, pero que los estamos delineando −como por ejemplo tener una empresa de base tecnológica provincial, como la tienen muchísimas otras provincias− y que nos resulta inentendible cómo la provincia de Buenos Aires, siendo la provincia más grande de Argentina, la más poblada, la más diversa en términos productivos de cualquier sector, aún no tiene una “fábrica de tecnología” de este tipo. La producción de la provincia de Buenos Aires en general explica el 40%, como mínimo, de todos los sectores. ¿Cómo no tiene una empresa de tecnología? Que tenga como objetivo desarrollar aquellas tecnologías, aquel conocimiento productivo necesario para profundizar las potencialidades y de las empresas de la provincia, del aparato productivo provincial. Así hay un montón de otros proyectos, algunos ya están funcionando, otros los tenemos en la cabeza. En muchos casos no los pudimos implementar todavía por la pandemia, que no nos ha hecho dejar de lado las prioridades, pero sí nos ha cambiado las urgencias en la implementación de esas prioridades. 

Me parece que es un continuo que se observa y que no habría forma de pensar una provincia y un país como Argentina sin pensar el proceso de desarrollo nacional muy vinculado al desarrollo tecnológico en general y a la incorporación de conocimiento en la producción en particular. Hoy en día hay un debate muy fértil y muy polémico al mismo tiempo porque varios referentes del Frente de Todos están en posiciones a veces algo encontradas y con algunos matices. Creo que hace falta un debate ordenado para debatirlo, porque sé que rápidamente vamos a coincidir. Se trata del debate sobre el desarrollo sustentable. En los últimos días estas discusiones que hubo respecto a si hay que producir salmones o la llamada “mega-minería” −o la minería en general, porque hoy en día casi toda minería es “mega”, porque es una actividad sujeta a economías de escala y, hacerlo de manera artesanal, es casi antieconómico. Hay un debate, me parece, en ciernes, importantísimo en general, y en nuestra fuerza política en particular. Creo que tenemos que darnos ese espacio para debatir, porque tiene que ver en última instancia con la comunión de esas dos visiones que a veces pueden parecer distintas. Esas diferencias se pueden zurcir rápidamente con los hilos de la tecnología.

Yo no soy un “prohibicionista” de los sectores productivos y esa es la política que llevamos acá adelante desde el Organismo Provincial de Desarrollo Sostenible (OPDS), que depende de Jefatura. Nuestra posición es: se puede producir todo y minimizar los riesgos de contaminación de esas producciones, porque hay tecnologías que lo permiten. Ahora, utilizar tecnologías fuertemente contaminantes, no. Ahí hay que hacer un esfuerzo de incorporar tecnologías que contaminen menos, de remediaciones ambientales, etc. Esa es la lógica con la que nosotros trabajamos. Con mucha regulación, en la medida de lo posible, porque la verdad es que las capacidades regulatorias del Estado argentino en general y del bonaerense en particular, luego de muchos años donde se destruyó gran parte de esas capacidades en los 90’s, se recuperaron con el kirchnerismo, y se volvieron a destruir con el macrismo. Capacidades y competencias regulatorias que se perdieron en los años 90’s con la segunda ola de neoliberalismo y más reciente con la tercera ola neoliberal macrista. Todavía no se pudieron recuperar, entonces todo lo que hace uno encuentra un límite, que tiene que ver con las capacidades técnicas que tienen los organismos, por eso nosotros los estamos fortaleciendo. Estamos en el OPDS desarrollando uno de los proyectos clave que pedí, que es la construcción de un laboratorio de análisis ambientales de referencia para toda América Latina. Está el proyecto hecho, se va a construir y se va a poner en operación, porque hoy tenemos un laboratorio muy pequeño en donde todas las muestras para hacer análisis ambientales hay que tercerizarlas, o tardan demasiado, o no tenemos las capacidades para hacerlas. Tener las competencias regulatorias en materia ambiental y no tener un laboratorio propio para hacer los análisis, es un problema. Porque, ¿cómo regulo? Si ni siquiera puedo medir. ¿Cómo sanciono si no puedo medir?

¿No hay alguna otra experiencia latinoamericana que tenga como referencia lo que están proyectando?

Es que hay muy pocos laboratorios de este tipo que sean públicos. Hay laboratorios de análisis de tipo ambiental pero privados, donde uno terceriza. Yo creo que tienen que ser públicos para que no quede ninguna duda respecto de los resultados y para tener una disponibilidad inmediata para hacer esos análisis.

Retomando la cuestión de las iniciativas que contabas en la Provincia y cómo la pandemia alteró, no las prioridades, sino las posibilidades y temporalidades, pensábamos en cómo también la pandemia y las medidas sanitarias fueron poniendo de relieve realidades muy heterogéneas, plasmadas por ejemplo en los desplazamientos del «quedate en casa» al «quedate en tu barrio» y cómo esas reformulaciones iban dando cuenta también de la heterogeneidad de los territorios de la Provincia. En ese sentido, ¿cuál es el balance de gestión y las proyecciones en materia productiva teniendo en cuenta esta confluencia entre medidas sanitarias y sociales? 

Ahí hay una línea de tiempo desde que empezó la pandemia que es bastante clara. Obviamente durante los primeros meses de la pandemia, en donde llegaron los primeros contagios a la Argentina, se tomó una decisión muy acertada por parte del Gobierno nacional, que nosotros adoptamos y adaptamos a las particularidades de la provincia de Buenos Aires, que fue reducir muchísimo la circulación de personas para evitar la circulación del virus y evitar una circulación comunitaria temprana. Sobre todo sabiendo que las condiciones sanitarias en las que estaba el país en general y la provincia en particular, con una proliferación de contagios muy fuerte en los primeros meses, nos llevaba puestos en el sentido literal de la palabra. Porque vos prendías la tele en marzo del año pasado y veías que en EE.UU. ponían cámaras frigoríficas adelante de los hospitales para guardar muertos. En el Amazonas, en Manaos, hacían fosas comunes. En Barcelona, uno de los sistemas sanitarios más sofisticados y amplios que hay en Europa, los médicos atendían con bolsas de residuos porque no tenían equipo de protección personal. En Perú se quedaban sin oxígeno ni respiradores y la gente se moría, en Ecuador la gente se moría en la calle ahogada. Esas eran las imágenes de catástrofe que se venían para la provincia si efectivamente hubiesen aumentado de manera exponencial los casos en el primer momento de la pandemia. 

Muy acertadamente, en su momento se tomó una medida muy fuerte de ASPO que nos permitió ganar un montón de tiempo para hacer muchísimas obras. Hoy ya van 197 en hospitales y centros de atención primarios de la salud, en ese momento los que encontramos pendientes eran 125. Pendientes quiere decir que Vidal, unos meses antes del fin de su mandato, había dejado de pagarle a las empresas y habían dejado la obra por la mitad, por el 20% o el 60%. Obras estructurales de los hospitales, que eran tremendamente necesarias en un contexto de pandemia. «Neutralizadas» era el término técnico que habían establecido, porque se paralizaban de común acuerdo con las empresas. Firmaban un acuerdo con las empresas en la cual el Gobierno de la provincia decía «Yo no te pago más, y vos no trabajás más», de común acuerdo, para no ir a un litigio, porque estaban los convenios firmados. Esas 125 obras se hicieron muy rápidamente. Empezamos a conseguir −con esos vuelos que vinieron al principio de Shanghái y después los barcos− todo el equipamiento de protección personal que no había en ningún lado del mundo, por eso los tuvimos que salir a buscar a China, no porque tengamos alguna preferencia o referencia con el partido Comunista Chino como quisieron dar a entender. En ese momento, productivamente, eso tuvo un impacto muy fuerte porque el aislamiento significaba justamente cerrar un montón de sectores. 

En la etapa más dura no funcionaban las empresas, solamente los comercios de carácter esencial. La producción de alimentos obviamente era esencial, entonces no tuvo un impacto en la producción de granos o de carne. Todo lo que era alimentos no tuvo impactos directos vinculados a las restricciones y prohibiciones, pero sí todos los otros sectores se vieron tremendamente afectados y eso se observa en la evolución del producto bruto geográfico de la provincia. Veníamos creciendo con respecto a los últimos meses del año 2019 y en un momento esa dinámica se pinchó. En la medida en que se fue controlando la pandemia y que los casos no aumentaron exponencialmente, que se fue restableciendo y reforzando toda la capacidad de atención del sistema de salud provincial, ya en el marco del sistema de fases que tenemos hoy con los ajustes que se hicieron, se empezaron a liberar algunos sectores y empezó a impactar positivamente sobre la actividad económica. 

Después tuvimos una temporada muy buena, el sector de turismo es uno de los más importantes de nuestra provincia. De hecho, a pesar de que nadie lo diría a simple vista, es la principal provincia turística de la Argentina. El lugar donde la gente va más de turismo es la provincia de Buenos Aires. Es turismo interno y mucho turismo que viene desde las provincias, sobre todo de las provincias linderas. Eso tuvo un impacto bastante positivo, porque además nadie se esperaba que hubiera una temporada de turismo en argentina cuando a fines de agosto, principios de septiembre, tenías el pico de casos de la primera ola. La verdad es que a nosotros nos costaba pensar en tener una temporada turística y que no se nos fuera de las manos. La trabajamos muchísimo, escribimos todos los protocolos para cada una de las actividades turísticas, establecimos el control a partir de la aplicación Cuidar para la gente que iba y volvía, reforzamos el sistema sanitario en los lugares vacacionales por si había un desborde de casos, un brote importante y tuvimos una excelente temporada turística. Eso tuvo un impacto. Creo que fue positivo en términos económicos, porque hay muchos distritos turísticos que viven todo el año de los ingresos que generan en los meses de la temporada, pero aparte anímico, me parece bastante importante, porque la gente estaba absolutamente harta de todo lo que había pasado durante el año: estar encerrada, no poder ver a la familia, amigos, todos los desastres que uno podría imaginar en la vida y tuvimos una temporada donde millones de personas circularon turísticamente por la provincia de Buenos Aires. 

Después empezó la segunda ola, ya con un proceso de vacunación en marcha, con experiencia, inclusive con un conocimiento científico-técnico mucho más acabado de las características particulares de esta enfermedad, sabiendo que el contagio no era tanto por superficies o por microgotas, sino que era una cuestión más de contagio por el aire. Entonces ya uno podía saber qué actividades al aire libre se podían llevar adelante mejor, con espacios ventilados. Obviamente se establecieron medidas de cuidado que impactaron sobre la economía, pero que impactaron mucho menos que el año anterior. De hecho, hay un montón de sectores industriales fundamentalmente, productivos en general, industriales y agrícolas, que ya estamos en niveles de producción mucho más altos que en el final del gobierno de Vidal. Hay un montón de sectores que ya estamos arriba, más que recuperamos lo que se perdió en la pandemia y lo que se había perdido antes con Vidal y con Macri. Hoy estamos creciendo al 4,5%, es cierto, luego de haber caído 11 y pico, pero es un rebote importante y que esperamos consolidar. 

Me parece que la perspectiva es muy buena, con el avance muy fuerte que ha tenido el plan de vacunación. En lo que viene, probablemente varios meses vamos a seguir en pandemia, pero con una pandemia distinta, que la vamos a poder administrar de una forma menos restrictiva, por el mayor conocimiento, por los avances de la vacunación, porque ya conocemos mejor cómo cuidarnos. Pero, de nuevo, con la historia muy abierta respecto de la posibilidad que ingresen linajes más contagiosos, la Delta, la Épsilon, etc. pero bueno, se verá: eso ya es futurología. El saldo general es que tuvimos un año espantoso en todos los sentidos y vamos saliendo, vamos sacando la cabeza. 

En paralelo a toda la cuestión estrictamente sanitaria, mencionabas aquello que quedó pendiente o relegado en materia productiva, que comentabas en términos de iniciativas que tenían proyectadas para la PBA. ¿Cuáles pensás que son, una vez que esté más estabilizada esta cuestión, las medidas centrales para la gestión en materia productiva?

Por las circunstancias particulares en donde nos tocó gobernar, el 80% de nuestra gestión sucedió en pandemia y, por lo tanto, la salud pasó a ser la prioridad, pero nosotros nunca abandonamos el resto. En materia productiva estamos haciendo muchísimo y vamos a profundizar en la medida en que vayamos saliendo de la pandemia. Probablemente nunca el Banco Provincia haya dado tantos créditos productivos en sus más de 200 años de historia. Es infernal la cantidad de créditos productivos que ha dado. Créditos productivos y de sostén económico, porque algunos no son para invertir en el sentido de incrementar la capacidad productiva de una empresa o un negocio, sino para sostener y que las empresas y comercios no se fundan. En un contexto de pandemia, poder darle crédito a un comercio, a una empresa, a una pyme, a una industria para que no cierre y no eche trabajadores, es un montón. Obviamente siempre a tasa subsidiada, con plazos largos de repago, créditos subsidiados para sostener la producción y el empleo. 

La cantidad de extensiones de programas de moratorias que hicimos desde ARBA es también infernal. Son cosas que en general no se ven, pero cuando uno hace el costo fiscal, como se lo suele llamar, son miles y miles de millones de pesos que el Estado está dejando de incorporar y que obviamente es dinero que se queda en el bolsillo de las empresas, de los productores. Desde el Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica, desde el Ministerio de Desarrollo Agrario, desde el Ministerio de Trabajo, todos tienen un montón de programas para sostener la producción y el empleo. 

Me parece que esa es un poco la línea y después hay una cuestión que también es muy difícil de ver a veces, porque entra en el amplio terreno de la obra pública, que nosotros estamos haciendo muchísima obra pública, y que uno lo puede ver de dos formas. La obra pública obviamente forma parte del aparato productivo provincial, porque son empresas que construyen caminos, puentes, hospitales, escuelas o lo que sea y eso genera empleo y forma parte del producto bruto geográfico de la provincia. Pero nosotros también tenemos un plan muy claro de recuperar ciertas infraestructuras productivas absolutamente desaprovechadas que tenía la provincia y que necesitaban ser mejoradas. La semana pasada, con Axel, anunciamos la construcción de la llamada ruta del cereal, que cruza varios de los distritos productivos linderos a la zona de La Pampa, que era un pedido histórico, una deuda histórica de la provincia de Buenos Aires. Se está reconstruyendo, me animo a decir, toda la Ruta 6, que es una de las rutas productivas principales de la provincia. Estamos trabajando en el fortalecimiento del puerto de la ensenada de Barragán, mal llamado puerto de La Plata; estamos avanzando con el Canal Magdalena para poder hacer el paso de los buques sin necesidad de que salgan por Uruguay al Atlántico, para que puedan salir por nuestro propio Mar Argentino. Hay un montón de proyectos, de propuestas; algunas las pudimos implementar tal como lo teníamos planeado y otras están en el programa. 

Se hizo un Plan Quinquenal de infraestructura, con una impronta muy peronista además, luego de que por muchísimos años la provincia no tuviera un plan de obra pública e infraestructura. Ahora es cuestión de implementarlo y obtener los fondos, porque son obras muy costosas y muchas veces gran parte de estos proyectos tan grandes no los podés hacer jamás con los ingresos propios de la provincia. Tenés que acceder a un financiamiento del Estado nacional o de algún organismo internacional, que es en general lo que nosotros hacemos, porque es la mejor forma de poder obtener recursos que, si bien es deuda, es deuda que está enfocada a un fin específico, productivo, y que siempre es deuda con bajas tasas de interés en términos internacionales y con plazos de pago ampliados porque justamente son créditos para el desarrollo. Esa es un poco la línea general que estamos trabajando desde el desarrollo productivo de la provincia.