Violencia, disciplinamiento y sexualidades en la época de la vida digital
¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia sexual digital?
Se dice mucho sobre la tecnología y la vida digital; no siempre del modo que nos gustaría o necesitamos. Se habla mucho de la vida sexual también en nuestra sociedad; no siempre del modo que nos gustaría o necesitamos. Pero pocas veces se habla, se analiza, se piensa, se visibiliza ese cruce disruptivo para nuestra época que provocan esas dos variables. ¿Qué pasa con nuestras sexualidades, nuestros encuentros, nuestras formas de explorar y disfrutar la vida sexual en la era digital?
Y decido empezar de esta manera porque creo que si no ponemos a la vista desde el inicio estas dimensiones se hace casi imposible abordar el tema que nos interesa: la violencia digital hacia las mujeres. Hay muchas formas de esa violencia, pero la más habitual, frecuente y con mayores daños y secuelas en las personas que la sufren, es la filtración sin consentimiento de imágenes sexuales. Imágenes que quizás al momento de ser producidas sí contaron con consentimiento y que fueron parte de una práctica sexual, de una escena de seducción, de un momento de intimidad. Pero su posterior difusión, filtración, publicación redunda en violencia por motivos de género.
Vuelvo al inicio para poder ir más lejos en el análisis: queremos vivir plenamente y libremente nuestra sexualidad. No queremos y no podemos permitir que los comportamientos violentos redunden en formas de censura o de una moral conservadora, castradora o pacata. No. No se trata de disciplinar los cuerpos ni las prácticas sexuales. Se trata de tener entornos seguros, incluso en nuestra vida digital.
La violencia por motivos de género anida en nuestra sociedad. Es un problema estructural e interclase. Y esa violencia no es exclusiva de un espacio físico o de una modalidad. Quizás lo que si debamos señalar es que la vida digital le ha dado a muchos varones violentos, una vía rápida, sencilla y con cierta impunidad, para generar acciones de violencia contra las mujeres. Entonces, frente a un problema estructural, necesitamos estrategias integrales.
En lo que resta de este artículo vamos a aislar una de esas variables y modalidades: la violencia digital. Pero debe tenerse en cuenta que es parte de un entramado más grande y complejo, que pertenece a una serie de cadenas de violencia que sufrimos las mujeres y que, si detectamos un aspecto es para encontrar su especificidad y pensar en dispositivos acordes, pero nunca para partir la realidad o reducir la gravedad del problema.
Una violencia colectiva: agresores, cómplices y partícipes necesarios
La violencia digital, como ninguna otra de las modalidades de la violencia por motivos de género, tiene cómplices y partícipes necesarios. Cuando un varón filtra una imagen o video sexual de su pareja o ex pareja para hacerle un daño deliberado, necesita de forma inevitable de otros varones que consuman, compartan, envíen, divulguen ese archivo, es decir, que extiendan la red de viralización. Filtrar y/o publicar este material sin consentimiento es violencia (y necesitamos que sea un delito, pero volveremos a este punto más adelante), pero reenviar ese contenido también lo es. Cortar la cadena o propulsarla no es lo mismo. No son actos inocentes o, mejor dicho, no son actos de valor cero. Son una variable clave para el daño que sufre esa mujer. Compartir, (re)enviar, divulgar este tipo de contenido es violencia, tal como lo ha sido su publicación inicial.
Por eso, como muchas veces decimos, necesitamos de una transformación cultural. Necesitamos cortar el pacto de varones que posibilita redes de violencia y agresiones. Por supuesto que sabemos que la gran mayoría de los varones de nuestra sociedad son criados y educados en la violencia, en el machismo, en la crueldad, en prácticas que luego reproducen de forma más o menos deliberada, más o menos voluntaria, pero que le dan continuidad a la violencia misógina y machista. Y también sabemos que hay una parte de esos actos de violencia que suceden para afirmar la propia masculinidad. Erradicar la violencia por motivos de género, más aún en el caso particular de la violencia digital, necesita de nuevas masculinidades, de educación digital y de la creación de lazos sociales en los que las mujeres no sean ni mercancías ni descartes de la vida patriarcal.
La violencia digital es una violencia epocal: articula las características de violencia por motivos de género, con los entornos digitales. Sumado a esto, la viralización acelera los tiempos, cada vez hay mujeres más jóvenes que están sufriendo esta violencia, ya que los dispositivos digitales son parte de nuestra vida cotidiana. La violencia digital es un disciplinamiento hacia las mujeres que viven su sexualidad desde un lugar de libertad, con respeto, con decisión. En esos casos nunca faltan los varones que lo que están buscando es una forma de control.
Olimpia, la mujer que se convirtió en ley
Antes de continuar, quisiera mencionar a Olimpia Coral Melo, una activista mexicana. Olimpia fue víctima de la difusión no consentida de un video sexual viralizado, que alcanzó a personas que ella conocía en diferentes ámbitos de su vida. Cuando buscó acceder a la justicia, las autoridades se burlaron de ella y concluyeron que no había un delito que perseguir. Fue así que decidió cambiarlo todo. A partir de este hecho, se convirtió en una activista creadora de reformas legislativas para visibilizar, prevenir, atender y sancionar la violencia digital que se comete contra la intimidad sexual de mujeres y niñas. Es hoy una de las personas más influyentes del mundo según la Revista TIME (edición 2021), y muchas leyes sobre violencia digital llevan su nombre en distintos países de América Latina.
En 2022 tuve un diálogo con Olimpia, para un newsletter en el que nos dedicamos a conversar con referentas del transfeminismo. En ese momento, ella nos daba una definición precisa y profunda sobre la violencia digital: “Hablamos de todos aquellos actos agravados y perpetuados a través de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, espacios digitalizados en donde desgraciadamente se dañan la privacidad, la intimidad, la seguridad y la vida digna de las personas que habitamos estos espacios. Entonces la violencia digital se puede manifestar de diferentes maneras: desde el daño a la intervención de tus comunicaciones hasta la difusión no consentida de material íntimo. Desde todas las violencias digitales, una de las violencias que más afectan a las mujeres y a las niñas por desgracia es la violencia sexual en Internet. Hay miles de mercados de explotación sexual en línea donde se difunden y se compilan fotografías y videos de mujeres de diferentes edades sin su consentimiento. Hablamos de violencia sexual en Internet como una modalidad de violencia digital cuando una persona es violada en su intimidad sexual”.
A partir de la iniciativa de Olimpia, junto a las compañeras de las organizaciones Ley Olimpia Argentina y Género y Tecnología, trabajamos de forma coordinada para presentar dos proyectos de ley. Uno ya fue sancionado: logramos incorporar la violencia digital como una modalidad de la violencia por motivos de género a nuestra normativa madre (Ley Nº 26.485). Se llamó Ley Olimpia. Presentamos el proyecto en junio de 2022 y en octubre de 2023 se aprobó. Fue poco más de un año de trabajo intenso, concentrado, en red, creando los acuerdos necesarios para que tuviera su tratamiento en ambas cámaras. Una victoria de la organización transfeminista que contó, como una variable imprescindible, con la militancia de las sobrevivientes (quienes pudieron dar testimonio de la violencia que sufrieron, en la legislatura nacional).
Belén San Román, una historia para una ley
El segundo proyecto en el que trabajamos se trata de una iniciativa para tipificar la violencia digital en el Código Penal, de modo que sea considerada un delito. Lleva el nombre de Belén San Román, una madre de dos niños, que fue inducida al suicidio luego de sufrir la extorsión y posterior viralización de un contenido íntimo. Este proyecto aún no fue convertido en ley, y su muerte sigue siendo investigada por la justicia, pero su investigación estuvo a punto de cerrarse ante la inexistencia de delito. Frente a esta situación de injusticia se encuentran miles de mujeres argentinas que transitan por los tribunales con sus causas archivadas por una falta de legislación adecuada que castigue estas conductas.
El proyecto permite castigar la obtención, la extorsión y la difusión no consentida de material íntimo y/o de desnudez, y/o de material que retrata violencia sexual, y/o prácticas de porn deep fake con una adecuada perspectiva de género. Todas estas prácticas dañosas constituyen distintas formas de violencia de género digital.
No es una época de cambios, es un cambio de época
La violencia por motivos de género no es nueva y estamos lejos de creer que haya dejado de importar en nuestra vida social. Por el contrario, hay usinas que propagan una idea sobre una supuesta derechización de la sociedad y una, consecuente, impugnación de la agenda feminista. Ni una cosa ni la otra. Es posible que ese sea el deseo o el proyecto de determinados sectores políticos, pero arrogarse la representación de la sociedad con esas consignas no sólo es desmedido sino que es mentir sobre lo que piensan, sienten y hacen los sectores populares. En cambio, sí creo que la propagación de ese tipo de discursos performatea una serie de prácticas. Y que si insistimos en decir que la sociedad se volvió de derecha, reaccionaria y machista, a la larga vamos a producir ese tipo de sociedad.
¿Qué quiero decir con esto? Que la violencia de género no es nueva, pero sí es nueva su modalidad digital. Y, si se quiere, tampoco tan nueva, porque los celulares como dispositivo de captura de imágenes e internet, las apps de mensajería y las redes sociales ya tienen años y años conviviendo en nuestra comunidad. Entonces, hoy más que nunca, en un contexto en el que desde el propio Estado Nacional se niega la violencia de género, se impugna la desigualdad de género y se elige a las mujeres y diversidades como enemigas, tenemos que estar organizadas. No sólo debemos defender nuestra agenda sino además tener una estrategia ofensiva para ser cada día más, porque una sociedad libre de violencia se construye desde la micropolítica, desentramando y desmontando el patriarcado en la vida cotidiana, en las cosas simples; ahí donde parece que no hay ideología, ni violencia, ni machismo. En ese video de una mujer en una escena privada, que un tipo le manda a otro. Cortando esa cadena es que podemos empezar a construir algo nuevo y mejor.