Finanzas, ilegalismos y sociedad en la Argentina

Sánchez, M., 2022. Finanzas, ilegalismos y sociedad en la Argentina. Revista Atípica, (3).


Financiarización, también por los márgenes

En las últimas cuatro décadas, el llamado proceso de financiarización ha transformado radicalmente la estructura de las economías y, más generalmente, de las sociedades occidentales. La expansión y complejización de los sistemas financieros, la centralidad de las finanzas para explicar las lógicas de valorización de las empresas, pero también la presencia creciente y cada vez más capilar de los dispositivos e instituciones financieras en la vida de las personas y organizaciones son algunos de los rasgos más distintivos de aquel proceso (Van der Swan, 2014). Sin embargo, en cada contexto nacional, como señala la socióloga Mariana Luzzi (2021), la financiarización ha adquirido a ritmos variables y adquirió características específicas, vinculadas a las dinámicas políticas y económicas de sus sociedades. En el caso argentino, como en otros de la región, las instituciones financieras tradicionales (grandes bancos, fondos de inversión, sociedades de Bolsa) y los complejos instrumentos de las finanzas globales no alcanzan para dar cuenta de algunos de los rasgos centrales del proceso de financiarización y, especialmente, de la configuración del sistema financiero local. 

Más que un universo claramente delimitable de instituciones financieras formales, las finanzas locales se despliegan en un continuum complejo entre las instituciones, agentes y prácticas financieras formales, informales e ilegales (Sánchez, 2017a; 2017b). La economía financiera local se compone de instituciones tradicionales como bancos comerciales, sociedades de Bolsa o casas de cambio, con otras de mayor o menor grado de informalidad: desde entidades financieras no bancarias, financieras, cooperativas y mutuales de ahorro y crédito, hasta cuevas y prestamistas. En parte por la propia complejidad regulatoria, donde sólo una parte de las instituciones que desarrollan servicios financieros cuentan con regulación de las autoridades financieras centrales, es posible identificar un abanico de instituciones donde lo formal, informal e ilegal se articulan, tanto en términos de su configuración institucional como de las prácticas que desarrollan y los dineros que ponen en circulación. De hecho, es prácticamente imposible distinguir instituciones por las que circulan dineros “limpios”, de aquellas por las que circulan dineros “negros”, “sucios” o “blue”, para utilizar algunas denominaciones frecuentes para referir a dineros que provienen y/o circulan fuera de la contabilidad oficial. Al seguir empíricamente la circulación del dinero (sean pesos, dólares o cheques), las fronteras normativamente excluyentes entre lo legal y lo ilegal se borronean, evidenciando que no hay un mercado financiero formal que funcione en oposición o más allá de otro informal-ilegal.

Una cromática de dineros: “blancos”, “negros” y “blue”

Si bien los circuitos financieros informales e ilegales son centrales a la hora de dar cuenta de las formas en que las actividades criminalizadas, como el tráfico de drogas, la trata de personas o el contrabando, funcionan y se reproducen en nuestro país (como han evidenciado diversas investigaciones judiciales), su protagonismo a nivel local no se puede reducirse al llamado “mundo del crimen” y sus estrategias para “lavar dinero”. En una economía como la argentina, donde los niveles de informalidad se aproximan al 35% (Valerdi, 2015), donde la evasión fiscal es una práctica extendida y habitual entre individuos y empresas (Gaggero 2008; Centrángolo y Gómez Sabaini 2009), donde el acceso al mercado formal de crédito es limitado para las PyMEs (Balzarotti y Anastasi 2013) y también para los sectores informales (Gago y Roig 2019); donde una parte importante de los agentes económicos (no sólo los más concentrados) atesoran y/o circulan pesos y especialmente dólares por fuera de las instituciones financieras formales (Luzzi y Wilkis, 2019; Gaggero, Rúa y Gaggero 2015;), la capilaridad y transversalidad de las prácticas y servicios financieros informales e ilegales se vuelve consistente con esos problemas estructurales. Esto quiere decir que los circuitos financieros informales e ilegales son centrales también a la hora de entender cómo y con qué tipo de instituciones se endeudan las pequeñas y medianas empresas que llevan una doble contabilidad o los trabajadores informales; compran o venden dólares los individuos que no acceden al mercado oficial o que obtienen una renta por la diferencia entre las cotizaciones oficial e ilegal; las grandes empresas o individuos de altos ingresos realizan inversiones o movimientos de dinero hacia el exterior sin registro de las autoridades; o, más recientemente, acceden a monedas virtuales personas u organizaciones con ingresos no declarados. Ya sea porque sus cuentas funcionan (al menos parcialmente) en la informalidad; porque permanecen (muchas veces por elección, otras por exclusión) fuera de los servicios financieros bancarios; o porque recurren a este circuito para evadir regulaciones y/o gravámenes fiscales, los dineros que se intercambian no se reducen a los denominados dineros “negros”, originados en actividades criminalizadas. Claro que todos esos dineros comportan significados sociales, políticos y jurídicos diversos y en disputa, asociados a determinadas fronteras morales que pueden habilitar o prohibir circulaciones y definir virtudes o vicios de determinadas prácticas o agentes sociales. 

Una economía de circuitos múltiples: de los barrios a la City y el mundo offshore

Desde bancos, casas de cambio y sociedades de Bolsa a financieras, cuevas, prestamistas, cooperativas y mutuales de ahorro y crédito configuran una economía financiera compleja en los que se intercambian, a través de estrategias informales e ilegales, pesos, dólares y cheques provenientes tanto de actividades económicas consideradas lícitas como ilícitas en su origen. Como señalamos, estas prácticas financieras, de distinto grado de informalidad e ilegalidad, son parte de los repertorios de actores y sectores muy diferentes de la sociedad: desde individuos que compran ilegalmente dólares en cuevas; comercios o pequeñas empresas que descuentan informalmente cheques en financieras; trabajadores precarizados o desempleados que se endeudan con prestamistas informales; hasta agentes económicos más concentrados que mueven dinero sin declarar desde/hacia el exterior en mesas de dinero de bancos comerciales. De lo anterior se hace evidente que, lejos de ser un mercado homogéneo, la economía de las finanzas informales e ilegales está compuesta por circuitos heterogéneos – que, sin embargo, presentan conexiones múltiples y fronteras porosas. Con fines analíticos, podríamos identificar tres circuitos de diferente nivel y jerarquía, que se diferencian tanto por las instituciones/agentes financieros que participan de ellos, como por las estrategias financieras y los clientes a los que mayoritariamente se orientan. Todos ellos configuran espacios donde lo legal, ilegal e informal se conecta y articula de un modo sostenido.

El primero de estos circuitos financieros es el que se concentra en torno al negocio de los préstamos personales en efectivo y sin garantías, pero con muy altas tasas, destinados al consumo y orientados a los sectores populares (Wilkis, 2014, Roig y Gago, 2019). Las instituciones protagonistas de este circuito son las diversas instituciones financieras no bancarias (muchas veces propiedad de bancos comerciales), cadenas comerciales, así como cooperativas y mutuales que se radican en barrios populares, o bien en zonas comerciales de gran circulación, donde encuentran a gran parte de su clientela: trabajadores informales; jefas de hogar con escasos ingresos; personas carentes de acceso a otras instituciones financieras. Aunque no se trata de préstamos ilegales, estas instituciones que carecen de regulación por parte del Banco Central –como lo ha mostrado un relevamiento realizado por PROCELAC (2013)– funcionan con comisiones usurarias y con escasos registros. En esos mismos territorios operan además los denominados prestamistas, cuya configuración es variada: desde comercios de barrio a financieras informales, pasando por vecinos que inician un microemprendimiento financiero a otros individuos y/o grupos vinculados con actividades y prácticas criminalizadas – las conexiones entre prestamistas y las redes “narco” en barrios precarios han sido señaladas en investigaciones recientes, que destacan la creciente diversificación de las actividades de los “transas”, entre ellas en el negocio de los préstamos de dinero (Garriga, Rajoy y Wilkis, 2021). Por la plena ausencia de marco regulatorio, por las conexiones con los dineros de las economías ilícitas y por las prácticas violentas y extorsivas con las que muchas veces se vinculan los préstamos informales, su relación con la ilegalidad es más palpable y evidente.

Un segundo circuito es el que se articula en torno a la figura de las cuevas financieras, que engloba un conjunto de espacios institucionales de mayor o menor grado de informalidad-ilegalidad, donde principalmente se compran y se venden ilegalmente dólares, se descuentan cheques, se brindan préstamos, se realizan transacciones desde/hacia el exterior (a través de canales bancarios y, más recientemente, a través de monedas virtuales) y/o se pagan rendimientos por inversiones sin registro de las autoridades financieras y fiscales. El de las cuevas es, sin embargo, un mundo heterogéneo y su nombre designa actores y/o espacios que pueden ser sumamente diferentes en su composición, en su capacidad de recirculación de dinero y en su articulación con el mundo de las finanzas legales: desde una oficina que funciona como parte de una financiera, una cooperativa de crédito o una casa de cambio, a otras que lo hacen tras la fachada de algún local comercial (agencias de turismo, concesionarias, joyerías, entre otros), o simplemente en una oficina de algún edificio en la City porteña. Aun con sus muchas diferencias, las actividades de las cuevas no se vinculan a los créditos “a sola firma” para el consumo, sino que se orientan a captar los dineros (especialmente los dólares) de turistas, comerciantes, ahorristas, empresas (de tamaño diverso) que buscan circular dinero no declarado o dolarizar ingresos (Sánchez, 2017b). 

Por último, podemos mencionar al circuito que componen las instituciones más tradicionales y formales del mercado financiero: mesas de dinero de bancos comerciales (locales e internacionales), sociedades de Bolsa, que también desarrollan –como ha sido comprobado en diversas investigaciones locales (Biscay, 2020), pero también internacionales como los Panamá Papers– estrategias financieras ilegales, destinadas principalmente a grandes empresas e individuos con altos patrimonios, que son los que explican a nivel internacional la mayor parte de los flujos financieros ilícitos (y no la “corrupción” o el “crimen”), como han explicitado los informes de Tax Justice Network (Henry, 2012). Este circuito supone un mayor nivel de sofisticación de los instrumentos fiscales, societarios y financieros y, generalmente, la conexión con las plataformas offshore, diseñadas para esconder riqueza, bien descriptas por Gabriel Zucman (2015). Las conexiones con los anteriores circuitos son, sin embargo, múltiples y necesarias. En el caso de las instituciones financieras no bancarias que prestan dinero en los barrios, en muchos casos, son propiedad de grandes bancos comerciales locales que buscan operar en todos los segmentos. En el caso de las cuevas y financieras, son los actores mayoristas (y formales) del mercado los que hacen posible la recirculación de dólares, cheques o pesos.

¿Política económica y/o política penal?

Como ocurre en otros contextos y latitudes, las capacidades de control de los Estados se encuentran horadadas por la complejidad de las formas actuales del capital y por la propia configuración de los mercados financieros, donde sólo una parte de las instituciones y/o dispositivos se encuentran regulados y pueden ser efectivamente controlados por autoridades centrales. En el caso argentino, además, el desafío se acrecienta cuando hablamos de una economía financiera ilícita que no se limita a un puñado de empresarios inescrupulosos ni a las necesidades financieras de las actividades criminalizadas, sino que se articula con una complejidad de actores y problemáticas locales que, a través de vías diversas, acaban por conectar a los circuitos informales e ilegales con la vida financiera cotidiana de individuos, comercios y empresas de distinto nivel. Esa capilaridad social de los circuitos trae nuevos desafíos a la articulación que puede trazarse entre política económica y política penal para intervenir sobre economías que muestran una cada vez mayor autonomía de la lógica y control estatales que se profundizan con el rápido proceso de digitalización de las monedas y las finanzas al que asistimos. Tanto la lógica de los puros “estímulos” privados, como el sólo endurecimiento penal y fiscal, se han mostrado poco eficaces, cuando no paradójicamente contraproducentes (al resultar muchas veces en una profundización de la evasión y/o externalización de activos, que son luego a su vez reingresados a través de planes de sinceramiento), a la hora de buscar reducir los ilegalismos financieros como modo de revertir el debilitamiento fiscal y por lo tanto las capacidades del Estado. Relevamientos empíricos que repongan la complejidad y heterogeneidad de estas redes; los diversos dineros, agentes y organizaciones, con sus distintas motivaciones y racionalizaciones, que participan de los intercambios; las problemáticas financieras que atraviesan a diversos sectores sociales, pueden ayudar a diagnosticar y pensar políticas de prevención sobre este monstruo de mil cabezas, donde las actividades de las redes criminales o la evasión planificada de las grandes empresas y patrimonios internacionalizados son sólo partes (no por ello menos relevantes) de circuitos que las exceden.

Por María Soledad Sánchez
Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Investigadora del CONICET


Referencias:

Balzarotti, Verónica y Alejandra Anastaci (2013) “¿La competencia por deudores recién incorporados perjudica el acceso al crédito? Análisis en un contexto de alto riesgo y baja bancarización”. Investigaciones Económicas, Banco Central de la República Argentina, 69: 101-149.

Biscay, Pedro (2020) “Nos siguen lavando abajo”, Revista Crisis, 13 de octubre de 2020. Disponible en: https://revistacrisis.com.ar/notas/nos-siguen-lavando-abajo

Centrángolo, Oscar y Juan Carlos Gómez Sabaini (2009). “La imposición en la Argentina: un análisis de la imposición a la renta, a los patrimonios y otros tributos considerados directos”. CEPAL. Serie Macroeconomía del Desarrollo, 84.

Gaggero, Jorge (2008) “La cuestión tributaria en la Argentina: el caso de un retroceso histórico”. Ciclos, N° 33/34: 215-237.

Gaggero, Jorge, Magdalena Rua y Alejandro Gaggero (2015). “Principales características e impacto macroeconómico de la fuga de capitales en Argentina”, Revista Problemas del Desarrollo, 182 (46): 67-88.

Gago, Verónica y Roig, Alexandre (2019). “Las finanzas y las cosas. Una etnografía del endeudamiento popular”. En Pablo Chena y Pedro Biscay (coords.), El imperio de las finanzas. Deuda y desigualdad. Buenos Aires: Miño y Dávila.

Garriga, José, Romina, Rajoy y Ariel Wilkis (2021) “Cuando los transas prestan dinero”, artículo publicado en Eldiario.ar, 31 de octubre de 2021. Disponible en: https://www.eldiarioar.com/opinion/transas-prestan-dinero_129_8445146.html

Luzzi, Mariana (2021). “Consumo, deuda y desigualdad. La expansión de los servicios financieros para los hogares en Argentina, 2003-2015”, en Silvio Feldman (dir.) Desigualdades en Argentina. Actores, territorios y conflictos. Buenos Aires: Ediciones UNGS.

Luzzi, Mariana y Ariel Wilkis (2019) El Dólar. Historia de una moneda argentina, 1930-2019. Buenos Aires: Crítica.

Procuraduría contra la Criminalidad Económica (PROCELAC) (2013) “Créditos al consumo. Análisis del fenómeno socioeconómico y su impacto en los sectores populares”, informe realizado por Germán Feldman para el Área de Fraudes Económicos y Bancarios.

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Sánchez, M.S. (2017b) “Economía y moral en blue. Una aproximación al mercado ilegal del dólar en la Argentina de la postconvertibilidad”, en Brígida Renoldi, Santiago Álvarez; Salvador Maldonado (comps.) Estado, violencia, mercado. Conexiones etnográficas en América Latina, Buenos Aires: Antropofagia. 181-214.

Valerdi, Juan Enrique. 2015. “Economía No Observada (ENO) en Argentina. Vínculos con la fuga de capitales”. Documento de Trabajo n°76, CEDIF-AR. Buenos Aires.

Van der Zwan, N. (2014), “Making Sense of Financialization”, Socio-Economic Review, 12: 99-129.

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Zucman, Gabriel (2015) La riqueza escondida de las naciones, Buenos Aires, Siglo XX.