Neoliberalismo, deuda y desigualdad

Una tecnología mortífera

La violencia patriarcal, que llegó a su paroxismo días atrás con el sol de las 12 en uno de los barrios más concurridos de la Capital Federal, hace tándem con las desigualdades exacerbadas e impuestas por la tecnología neoliberal. Desde que esta escuela de pensamiento económico logró filtrarse en los gobiernos y en las entidades financieras internacionales, la receta para hacer frente a las crisis es una deuda que habilita el control foráneo de la economía y la austeridad. El resultado es una creciente exclusión e inequidad que se agrava a medida que el género, la raza, la clase social y la ubicación geográfica se alejan del centro.

Por estas horas, el esfuerzo en Balcarce 50 se enfocó en cerrar el acuerdo con el FMI con la expectativa de evitar un ajuste que anulara el desarrollo y se celebró que no hubo un recorte old school basado en la reforma laboral, jubilatoria, educativa y sanitaria. En este punto, con las urgencias a flor de piel, es preciso interrogarse si esa es la única forma de vaciar al Estado, así como pensar qué tenemos para decir los feminismos.

.Entramado de violencias y desechos

A diferencia de los feminismos liberales que se emparentan en el reclamo por la igualdad entre hombres y mujeres sin advertir que el mundo se ha vuelto un lugar más hostil y precario, el feminismo justicialista propone comprender cómo las violencias por razones de género —siendo los femicidios y las violencias sexuales su máxima expresión— se asientan y se potencian con la desigualdad   estructural que impone el capitalismo salvaje. Ese hermanamiento se advierte en el descarte de los bienes que no son rentables, de las personas que no son productivas o de los cuerpos femeninos en basurales: se desechan. Así, la tecnología neoliberal que promueve esta cosmovisión, tiene efectos concretos en los cuerpos, en los repertorios de acción y en las relaciones sociales, atravesando todo con la lógica de mercado. Con ella se entroniza el cálculo como matriz subjetiva y se multiplican las formas de ser mercantilizadas, donde todo es consumible y descartable. Más aún, la capacidad de agencia queda definida según la relación con los intercambios mercantiles y entonces ¿dónde queda la política?

Justamente, en este punto crítico, los feminismos pretenden funcionar como un dique de contención frente a la avanzada neoliberal. De hecho, en los últimos 10 años —con particular intensidad— han vuelto a dinamizar la escena pública dando centralidad a los debates, a la conquista de derechos y a la ampliación de los horizontes de posibilidad. En ese devenir, la controversia en torno a las tareas de cuidado —cuya desigual distribución es el corazón de las desigualdades entre los géneros—, se fue erigiendo en un tema nodal. Hoy, mientras el neoliberalismo busca filtrarse en el plano económico, con la pretensión de definir el presente y el futuro de nuestra Nación, también lo hace en las prácticas y saberes de la comunidad que se desarrollan más allá del signo del Gobierno como desde abajo. En este punto, antes de aborrecer las casas y lo doméstico, sería provechoso advertir que allí anida una ética del cuidado, una forma de ser para otro, una subjetividad que en medio de la brutal acechanza neoliberal se torna tan necesaria como revolucionaria. Se trata de volverla común y colectiva, apostando a que lo político no sea bajo una lógica que exalta el yo mercantilizado, consumista, productivo, desacoplado de lo social y fan del descarte.

Si el cuidado es el punto sustancial de toda forma de estructuración social posible, entonces habrá que idear políticas con esa dimensión y que eviten su mercantilización, la recarga sobre las casas y la degradación de las prestaciones públicas. Si no cuidar es neoliberal, habrá que poner la sostenibilidad de la vida en el centro para poder de verdad afrontar la crisis.

Antídoto frente a la impotencia

El caso nacional resulta emblemático porque Argentina había logrado desacoplar el devenir de su economía de las imposiciones de los acreedores internacionales, cancelando la deuda al tiempo que comandaba el debate mundial sobre la necesidad de establecer reglas claras en el plano de las finanzas mundiales y así evitar el descalabro que impone el descarte. De Cristina al Papa Francisco, además de Marechal, hay una misma cosmovisión sobre el capitalismo salvaje.

Sin embargo, durante la gestión de Mauricio Macri, el entonces Ministro de Economía de la Nación, Nicolás Dujovne, endeudó criminalmente a la Nación con el FMI. Se trata de un préstamo tan grande que los hijos de los hijos que aún no tuvimos lo seguirán pagando. El resultado fue una mortífera desigualdad. Es que el neoliberalismo es feroz con los pueblos y alimenta a la fiera patriarcal.

En el preciso momento en que se tramitaba la letra chica del acuerdo, nos sacudió la noticia de la violación en grupo a una joven, a plena luz del día y en un concurrido barrio de la Capital Federal. El hecho fue tan grave y grotesco que se apoderó de la agenda. En la transmisión del minuto a minuto, en algunos medios de comunicación se hizo referencia a los seis hombres incriminados como una manada. Aunque la imprecisión del término ya se había registrado antes, cuando enenero de 2019 se empleó para referirse al grupo de rugbiers que atacó a Fernando Baéz hasta provocar su muerte a la salida de un boliche en Villa Gesell, las feministas, periodistas, influencers, referentas académicas, dirigentas políticas y sociales señalaron al unísono que no había nada de bestial, que esos varones no son animales sino hijos sanos de una cultura patriarcal. Esto, que para muchos se reduce a un debate de categorías, tiene consecuencias legales y penales: las bestias, como los locos, son inimputables.

En este contexto marcado por la tragedia en Palermo y la negociación final con el FMI, la máxima autoridad nacional en materia de género se sumó a la polémica conceptual-teórica. Consultada acerca de si su cartera padece la falta de presupuesto para empezar a alterar las escandalosas estadísticas de todo tipo de violencia contra las mujeres que se han mantenido en los mismos niveles, Gómez Alcorta explicó que lo que falta es «cambiar la matriz de la sociedad». A pesar del esfuerzo puesto en la conquista de la estatalidad, lo declaró impotente para transformar esta fatalidad. Por otro lado, urge advertir que ambas dimensiones referidas están emparentadas, se retroalimentan en sus lógicas. Por eso, se vuelve una necesidad imperiosa que, con la misma impronta y fuerza con la que supimos encontrarnos por la pelea de un derecho individual como el aborto, disputemos hoy lo que de este acuerdo se deriva. En esas letras anida el futuro de la Argentina. 


Hoya, Manuela. Licenciada en Sociología (UNLP). Directora de Migraciones y Colectividades Extranjeras de la PBA.
Núñez Rueda, Ana Laura. Licenciada y Profesora en Comunicación Social (UNC)(UNC). Becaria SeCyT (UNC).